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La brújula moral

Usted no puede obligar a que una persona sea una buena persona. Puede presionarla con un premio o castigo para que se comporte bien, pero cuando el motivador desaparece reaparece la verdadera persona, reaparece su carácter real. Usted puede vigilar a una persona para que se comporte como buena persona, pero vigilarla no cambia su carácter. Una persona cuando todo va bien, cuando no es exigida, se puede comportar bien, sin embargo la prueba del verdadero carácter es cuando se tiene que responder ante la presión de situaciones difíciles.
La motivación, la brújula que mueve a una persona buena a actuar correctamente está en su interior, en su corazón, esa voz interna llamada conciencia es la brújula moral que apoya al buen carácter. Si esa brújula moral está dañada, está debilitada, o está enferma, el hombre se encuentra a la deriva movido sólo por sus deseos y conveniencia personal y su actuar será dominado por los vicios como: el egoísmo, el orgullo, la avaricia, la pereza, la irresponsabilidad, etc. Y esto lo llevará a la autodestrucción y al fracaso en su vida y la de los que lo rodean.
Cuando usted inculca en sus hijos por ejemplo la honradez, estará fortaleciendo esa conciencia que sus hijos ya tienen. Esta conciencia les protegerá y les ayudará en el futuro a tomar decisiones correctas a pesar de las circunstancias.
La buena conciencia es lo que ayudará a sus hijos a decidir lo correcto, a pesar de que usted ya no se encuentre con ellos. La brújula moral los orientará en esos momentos en que será difícil tomar una decisión, la brújula moral los impulsará a ser mejores personas y a buscar lo que es superior, lo excelso, lo divino, lo mejor.
San Pablo escribió “piensen en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza”.
Siembre en sus hijos buenos pensamientos para que cosechen actos, actos para que cosechen hábitos, hábitos para que cosechen carácter y carácter para que cosechen un destino.
Fragmento de la obra “Enciclopedia de virtudes”. Autor: Pablo Zamora